El impuesto de sucesiones y donaciones en Cataluña ha experimentado cambios constantes en la última época. Unos años ponen el impuesto, otros lo quitan y otros lo reducen, de forma que hay que tener un calendario en la mano a la hora de morirse para saber cuánto pagarán los herederos.
Hasta el año 2009, quien se moría en Cataluña dejaba a los herederos una carga impositiva importante, una de las más altas de España. Se vivieron momentos de clamor popular en defensa de la abolición del impuesto mencionado. Fruto de esta presión, la Ley 26/2009, de 23 de diciembre, de medidas fiscales, financieras y administrativas, estableció, a partir del 1 de enero de 2010, una reducción para los patrimonios pequeños, si bien las medias y las grandes fortunas seguían estando sometidos al impuesto. Esta reducción se aplicaba a los ascendientes, descendentes y cónyuge. El resto seguía pagando altos impuestos.